Colegio Marista Castilla

"Polideportivo totalmente inaccesible para silla de ruedas, después de más de 25 años que se construyó y sin rampa esencial. No puedo ir a ver ningún partido de baloncesto de mi hijo porque no puedo subir escaleras."

"Innovación, atención a la diversidad, bilingüismo, educación en valores y, sobre todo, identidad cristiana. Los profesores son el pilar central del colegio: trabajadores, comprometidos, estupendos profesionales."

"Me gusta mucho el colegio, las actividades extras que se organizan, etc..."

"Muy buen colegio, mis hijas están encantadas con el colegio y yo también, creo que calidad humana y profesional de los docentes es extraordinaria."

"Cuando yo estudiaba aquí, trabajaban dos profesores nefastos: Manuel Lanza Fernández y Gerardo Aguado Mediavilla. El Lanza era (y es, porque creo que aún sigue en el colegio) profesor de Historia y doy fe de que jamás he conocido a otro más apático e ignorante de su propia materia que él: sus clases se reducían a leernos el libro de texto y sus conocimientos de historia a saber a duras penas lo que ponía en él. Lo que nunca llegué a comprender es cómo un profesor que se exigía tan poco a sí mismo era tan exigente con los alumnos. Sus exámenes tan difíciles, su rigidez corrigiendo y su ritmo acelerado imposible de seguir para mí (acababa todo el libro de texto bastante antes de que el curso finalizara) me hacían suspender todos los cursos sus asignaturas. Eso sí: en septiembre, después de pasar todo el verano estudiando por mi cuenta y por fin libre de sus ridículas clases, aprobaba siempre y era cuando realmente lograba aprender algo. Curiosamente, después de estar tres años seguidos suspendiendo todas las evaluaciones de sus asignaturas, en el examen de Selectividad de Historia saqué un 7,5. En cuanto a Gerardo (o Gerry, como, embebido en su egolatría, exigía que lo llamáramos, a pesar de que entre nosotros, por la cojera que padecía, era conocido como el Pata), este tipejo era "profesor" de Inglés, y para más inri cura. Su docencia consistía en una serie de reglas mnemotécnicas que nadie salvo él era capaz de entender: "verbos de la 'z'" (no reuerdo qué eran), "verbos de la copa" (ni los recuerdo ni me interesan), "me suena a 'r" (así llamaba él al tiempo futuro), "me suena a 'ri'" (como nombraba al condicional), "gestapo" (nombre que le daba a las oraciones subordinadas o "subordinated sentences" en inglés, cuyo acrónimo, según él, era SS, el mismo que el de la Schutz-Staffel, que, por cierto, no era lo mismo que la Gestapo) y demás sandeces que lograban no sólo que no aprendiéramos nada, sino que además acabáramos el curso sabiendo menos aún que cuando lo habíamos empezado. Por otra parte, con curas así es normal que haya tanto anticlericalismo en España. Le encantaba ridiculizar a los alumnos; contaré dos anécdotas de entre los centenares que se podría: "En esta clase estamos apretados porque como esta niña está tan gorda..." -refiriéndose a una alumna con sobrepeso-, o "Señorita levántese. Oh, disculpe, ya se había levantado" -dirigiéndose a una alumna de baja estatura-. Por no hablar de la lascivia que sin ningún reparo manifestaba: "Señorita, no lleve esa falda porque si no me tendré que flagelar esta noche"; también "Señorita, quite la pechuga de ahí que me obstruye la visión" -a una alumna que se había apoyado en su mesa para darle un papel-; "Aquí hay alumnas que son muy buenas y también lo están"... Si no le reías las gracias, te acusaba de ser del Opus. Asimismo, su falta de higiene y mal olor corporal darían para otro tema bien largo. En fin, no sé cómo semejantes esperpentos pueden o han podido continuar en un colegio privado, donde sí es posible echar con total libertad a los profesores que no dan la talla. ¿Conocerán turbios secretos?"