Centro Limis
Descripción
El Centro Limis es una institución dedicada a promover el bienestar y la salud emocional de sus pacientes. Ubicada en Málaga, en la Calle Duquesa de Parcent, 3, el centro se enfoca en ayudar a las personas a cambiar aquellas conductas que interfieren con su bienestar. Con un enfoque en la honestidad, puntualidad, eficiencia y efectividad, el equipo del Centro Limis atiende a sus pacientes sin juzgar, brindándoles un trato amable y cercano y validando sus sentimientos.
El centro se especializa en el tratamiento de patrones de inestabilidad en las relaciones interpersonales, la autoimagen y la afectividad, así como en la notable impulsividad que puede manifestarse en la edad adulta o adolescencia en diversos contextos.
El horario de atención del Centro Limis es de lunes a jueves de 10:00 a 14:00 y de 16:00 a 20:00, y los viernes de 10:00 a 14:00. Los servicios se encuentran ubicados en la dirección C/ Duquesa de Parcent 3, 3º izquierda, 29001 Málaga. Para contactar al centro, se puede llamar al teléfono 636 59 51 97 o enviar un correo electrónico a vanessagonzalez@centrolimis.com.
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Fotos
Contactos
Calle Duquesa de Parcent, 3, 29001 Distrito Centro, Málaga, España
Horario de apertura
Lunes:
16:00 - 20:00
Martes:
16:00 - 20:00
Miércoles:
16:00 - 20:00
Jueves:
16:00 - 20:00
Viernes:
10:00 - 14:00
Sábado:
Día libre
Domingo:
Día libre
Reseñas
"El Centro Limis es un lugar muy especial donde me he sentido muy acogida. Las profesionales transmiten mucha calidez y vitalidad y te hacen sentir como parte de la familia. Lo recomiendo muchísimo tanto para pacientes como para psicólogos que quieran hacer sus prácticas."
"Invertí más de 4000€ en la terapia, y después de eso escuece no tener un espacio donde hablar todo esto, sino tener que utilizar una reseña para desahogarme. Por suerte o por desgracia, el dinero no es nada comparado con lo mucho que me duele que el vínculo se rompiera así. Puede que tenga apego ansioso, pero también tengo sentimientos, y sentía un inmenso cariño hacia mi terapeuta. Y es que a pesar de las heridas que no sanan y las cicatrices que no cierran, todavía se me pone una sonrisa cuando recuerdo lo mucho que la quería. Si algo da pena es haber preparado este texto durante semanas porque es importante para mí, y publicarlo llorando porque me duele pensar que hago daño. Naturalmente, en estas circunstancias pesa mucho haberme visto quitada del medio así y privada de cualquier posibilidad de tener un cierre, pues siento que si hubiera habido el mínimo aprecio hacia mi persona, no se me habría dejado caer en esta situación tan dolorosa. Todo esto sigue estancado dentro de mí, como las heridas que quedan pendientes cuando en un duelo se niega la posibilidad de resolverlas. De hecho, hay cosas de la respuesta que considero que no son ciertas, y es algo más que se queda dentro... Algunas personas van a terapia dando una nueva oportunidad a la vida y a las relaciones, y es triste que lo que se suponía una experiencia relacional reparadora haya acabado siendo para mí un empeoramiento de mi problemática de confiar en los vínculos. Es de esperar que las rupturas sean tristes y dolorosas, pero no por ello tienen que ser traumáticas. Cuidando el final de la terapia se cuida todo el proceso y se permite al paciente marcharse con un recuerdo positivo de lo aprendido y trabajado, en lugar de profundamente herido y con un proceso de duelo no resuelto después de meses. A pesar de estos hechos, quiero creer que lo mío ha sido una excepción y que la mayoría de terapias terminan bien, como muestran el resto de reseñas; mi experiencia también era buena antes de esto. Por desgracia, todo esto me ha producido un empeoramiento grave de la depresión que ya padecía y la sintomatología de estrés postraumático antes mencionada. Tanto mi familia como yo consideramos que se ha cometido una negligencia, y que las secuelas con las que cargo eran evitables si se hubiera actuado con un poco de prudencia y responsabilidad afectiva. Tristemente, nuestra sensación es que no ha habido ningún apuro en dañar al paciente, ya sea por descuido u omisión. Y es que la ética profesional no debería motivar un acto carente de ella. Finalizo este texto recordándome el motivo por el que lo escribí. Este testimonio no pretende llamar la atención; desde el momento en que supliqué desesperada porque estaba sufriendo mucho y fui completamente ignorada, entendí que mi persona y mi estado de salud son, en gran parte, irrelevantes. Sí es un acto de consuelo compartir mi experiencia, porque implica que dejo de llorar en silencio. Significa mucho para mí que alguien haya llegado hasta aquí: valoro el tiempo de quien se ha parado a escucharme, y aprecio la empatía de quien, a través de mis palabras, haya podido entender cómo me siento. He intentado soltar todo el dolor en mis palabras, a sabiendas de que eso no cambia los hechos y me queda mucho camino para salir adelante. Verdaderamente me emociona sentir que habrá personas para las que no merecía esto, y profesionales para los que siempre habrá una opción mejor que abandonar al paciente en el sufrimiento. Hoy hablo por todas las veces que he llorado desesperada sintiendo que no podía escapar de esta situación, y por todos los días que he hecho el camino de vuelta llorando al pasar por delante de la consulta donde miraban a otro lado. Por la ironía de estar a un minuto de distancia, y sin un minuto para mi dolor. Porque te quería de corazón, y con el corazón roto todo lo que pedía era una mirada compasiva. Hoy hablo queriendo ser vista, y que mis lágrimas encuentren en los ojos de otros la paz que yo no he podido encontrar. Ojalá mis heridas empiecen a sanar. Ojalá, por fin, pueda empezar a descansar."
"Por desgracia, vivo a menos de dos minutos de la consulta, y aquel día de abril ya mencioné lo difícil que sería para mí superar esta situación de la manera en la que había terminado. Y es que vivir al lado de la consulta ha sido y es aún un absoluto agravante para mi proceso de duelo; una circunstancia irremediable que lo ha empeorado mucho. Sentirme expulsada de un sitio tan cerca de mi vivienda y no poder desconectar de ello —saber que mi terapeuta, hacia quien tenía mucha dependencia emocional, estaba y está tan cerca totalmente ajena al sufrimiento que me ha provocado su manera de terminar la relación—, me ha ido destrozando diariamente hasta el punto de quitarme las ganas de vivir, pues no ha habido forma para mí de escapar de esta situación o distraerme de ella. Fui a consulta a solucionar un trauma y, de alguna manera y por circunstancias de la vida, he acabado metida en dicho trauma a diario. Esta situación me ha superado por completo; es aquí donde hablo desde el suelo y en el estado más miserable en el que se puede encontrar alguien, y es que no le deseo a nadie el infierno en el que llevo meses metida: crisis de ansiedad al realizar mi vida normal aquí, episodios de náuseas y vómitos al volver a casa tras estar un tiempo fuera…. Durante mucho tiempo lo he pasado y lo sigo pasando mal al bajar a la calle debido al cúmulo de malos ratos que he vivido durante meses, al tener que enfrentarme a diario a que tan fácil ha sido deshacerse de mí y tan irrelevante es mi dolor para alguien en quien confiaba plenamente y con quien tenía un vínculo importante. Es muy duro romper a llorar en mitad de la calle, del supermercado o de un restaurante y subir a casa sintiendo que no vale la pena vivir así. Probablemente sea difícil entender este nivel de afectación sin pasar por ello, pero la gravedad de un hecho se multiplica cuando no hay posibilidad de desconectar del problema y se convierte en un estresor que va tirando de ti para abajo diariamente, deteriorando mucho la calidad de vida. En estas circunstancias pedí un espacio para cerrar la relación de manera sana, que me permitiera marcharme con gratitud y quedarme con lo positivo, evitando que esto se sumara a las heridas que ya traía. Llegué a suplicar por dicho espacio, con el único objetivo de dejar de sufrir a diario. Tristemente, en un intento de tener un cierre y que los hechos me afectasen menos en mi día a día, acabé más destrozada pues nunca llegó una respuesta a mi petición; no llegó siquiera un "no", con un agravamiento de todos los síntomas desde entonces. Y es que el silencio o la ausencia de respuesta es el peor tratamiento que dar a alguien, pues muestra a la otra parte que ya no es tenida en cuenta y ni siquiera merece una contestación. Dicen que el ser ignorado es percibido como la anulación y devaluación de una persona y, cuando esto sucede en un contexto de mucha dependencia emocional, los efectos para el receptor pueden ser muy dañinos. Es difícil de entender que en un sitio donde se promueve la curación de las heridas emocionales producidas en los vínculos se le niegue ayuda a un paciente que solo quiere curar la herida emocional con su terapeuta. Más difícil de entender es para mi familia que en un centro especializado en TLP —y siendo criterio diagnóstico del TLP el miedo intenso al abandono— se quite a un paciente del medio de una manera tan descuidada e imprudente. Recalco que no juzgo los motivos por los que se puso fin a la terapia (si bien ojalá los límites hubieran tenido la importancia que merecían, pues más de una vez quise pedir perdón por sentir que había traspasado uno y no se me permitió aludiendo que “no había hecho nada mal”), pero en ningún caso estos justifican la manera brusca de proceder; menos aún cuando se sabe que el paciente tiene su herida principal ahí, y que se le mete en el pozo haciéndolo de esa manera. Para ser más clara: el término de la relación es algo trivial comparado con la traición que siento por que la manera de actuar haya calcado mis traumas, tras haber entregado mis heridas y mi confianza a esta terapia."
"Es difícil escribir sobre unas circunstancias que han condicionado tanto mi vida desde hace tiempo. Lo hago porque llevo cinco meses de desconsuelo y sufrimiento por los que nadie merece pasar. Porque es importante que estas cosas no sucedan en las relaciones, y mucho menos en un entorno que se supone terapéutico. No escribo desde el enfado ni la rabia; escribo desde el más absoluto dolor de quien lleva meses atrapada y herida por una circunstancia que se ha gestionado de manera terrible. Esta reseña está dividida en tres partes por limitación de caracteres; la valoración de la segunda y tercera parte es de 5 estrellas, pues no es mi intención reducir la valoración global de la consulta; lo he tenido que hacer así por limitación de espacio. Hay mucho sufrimiento detrás de mis palabras y estoy intentando salir adelante, me gustaría que se respetara el querer compartir mi experiencia, pues a estas alturas ya no tengo cómo desahogarme... En abril me cerraron la puerta de Centro Limis de un día para otro a raíz de un gesto que se malinterpretó. Mi terapia terminó abruptamente tras cancelarme la sesión el día antes y avisarme de que, en su lugar, asistiera a una visita para devolverme mis cosas y comunicarme que ya no podía seguir yendo allí. En estos cinco meses aún no olvido el dolor de ver a mi terapeuta, a la que tanto quería y apreciaba, cerrarme la puerta mientras lloraba, temblaba y pasaba por un ataque de ansiedad. Acudí a terapia por mi dificultad para establecer vínculos nuevos y confiar en los demás tras una serie de relaciones que terminaron de manera muy traumática para mí, siendo la primera de ellas cuando tenía siete años y vi a la persona más importante de mi vida marcharse de repente, sin previo aviso y sin poder tener un cierre o despedida. Ya de adulta, he vivido otras experiencias similares en las que he visto al otro desaparecer de un día para otro, todas ellas caracterizadas por la ausencia de cierre. Para mí, ir a terapia ha sido un ejercicio de volver a confiar, todo para sentir que he acabado golpeada en el mismo sitio que me llevó allí. Y es que en ningún momento de este texto entro a juzgar la decisión de terminar la terapia, pues todo el dolor que pudiera sentir por perder la relación con mi terapeuta quedó completamente eclipsado por la retraumatización de los hechos que me habían llevado a consulta. Hablo de mi vivencia, pues cuando expliqué que me sentía echada y el dolor que eso me producía, se me intentó hacer creer que aquello era una "derivación" por mi bien debido a que tenía mucha dependencia emocional. Mi vivencia es que me han cerrado la puerta de un día para otro sin darme siquiera la oportunidad de cerrar la relación de manera sana. Mi vivencia es que el mismo día que se me reunió para comunicarme que me marchara y estando las cosas que tenía allí ya preparadas en una bolsa para que me las llevara, pedí poder tener una sesión al mes mientras buscaba otro sitio, para adaptarme y tener tiempo de cerrar el proceso, y se me negó esa posibilidad. Mi vivencia es que mi propia terapeuta dijo delante mía que los sitios a los que me "derivaba" no me iban a poder atender, y razón tenía porque 5 meses después sigo aún en lista de espera. Mi vivencia es que mi propia madre tuvo que agarrarme del brazo y decirme que me fuera con la cabeza bien alta porque estaba siendo abandonada. Mi vivencia es que me quedé en la calle como un perro teniendo que llamar a varias consultas de Málaga, que pueden atestiguar haber atendido a una persona desesperada porque no tenía dónde ir, llegando incluso un profesional a decirme que no buscara terapia online; que necesitaba que me vieran presencial por el estado en el que estaba en ese momento. Desde hace cinco meses estoy fuera como se quería, y cinco meses después sigo hundida y destrozada. Ignorada e invisibilizada. Desde esta posición tan miserable lo único que pido, por dignidad, es que no se intente plantear que esto ha sido por el bien del paciente, pues sería considerar que es bien para alguien perder las ganas de vivir como las he perdido yo."
"Un equipo de lo más profesional. Calidad y calidez tanto a nivel profesional como a nivel humano. Desde el primer encuentro te hacen sentir como parte de la familia Limis. Acudir al centro Limis ha sido una de las mejores decisiones que he podido tomar. Desde la primera sesión me he sentido muy cómoda y segura de caminar de la mano de Vanessa por las profundidades de mi alma, confío plenamente en ella y siempre tiene respuestas en mis momentos de caos durante mi proceso terapéutico. Me facilita herramientas y recursos que me resultan muy útiles y me enseña a relacionarme con todas las partes de mi interior con cariño y paciencia. Por otro lado, la encantadora María, la primera sonrisa de la mañana....No puede ser más amable y su entrega es máxima para poder adaptar las citas a ambas agendas y facilitarle cualquier tipo de gestion. Es maravillosa!!!"
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